El enorme cambio social que estamos viviendo (no sólo tecnológico) va a marcar de manera absoluta quiénes serán los ganadores en todos los ámbitos. A nivel empresarial, las organizaciones que interpreten bien el cambio serán las que sobrevivan dentro de unos años. También los países. Las economías y sociedades que mejor entiendan lo importante de esta nueva forma de relación serán, sin duda, las que tendrán capacidad de seguir creciendo en una economía cada vez más basada en el talento, en la innovación y en el desarrollo tecnológico.

Nunca antes la humanidad se había comunicado tanto y tan intensamente. Nunca antes lo habíamos hecho de una manera tan social. Esa red social que todos hemos tenido (en mayor o menor medida) es –cada vez más– la base de nuestra relación. En todos los aspectos de nuestra vida. En lo personal, en lo profesional. En la vertiente más abierta, y también en la más privada. La conversación es tan intensa que uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad es el ruido. ¿Cómo separar la información realmente relevante de lo que en un momento dado puede ser sólo accesorio e improductivo?

Es cierto que estamos sólo al principio pero, al igual que Rheingold, estoy convencido de que estos cambios fundamentales hacen si cabe más importante que las decisiones que tomemos, como sociedad, vayan en la dirección correcta. Nos jugamos mucho. Ahora, más que nunca, es clave educar a nuestros jóvenes en cómo comunicarse en red. En cómo aprovechar mejor las tecnologías para estar siempre conectados, en cómo acceder mejor a la información, en cómo compartir ideas e innovar en red. En hacerlo sin miedo al error. En ver Internet como esa gran oportunidad de marcar la diferencia. En cómo gestionar de manera eficiente y productiva esa conversación.

Esa va a ser la clave del futuro de nuestra sociedad. Y, como hemos dicho en otras ocasiones, si no lo hacemos nosotros, ya lo están haciendo otros.